... son diagramas o representaciones simbólicas complejas del macrocosmos y del microcosmos. Son figuras concéntricas que sugiere idea de perfección, de equidistancia con respecto a mi centro.
El perímetro del círculo evoca el eterno retorno a los ciclos de la naturaleza.
Siempre se usa para hacer la disposición de los muchos aspectos del universo, el esquema del mundo o el esquema de nuestra psiquis. Expresa el hecho de que hay un centro y una periferia y trata de abarcar el todo. es símbolo de totalidad.
Su acción a niveles terapéuticos es muy profunda, ya que tan sólo su observación provoca un reflejo de identificación con el orden. Al ser una forma concéntrica y, en general, simétrica, nos impulsa a lograr un estado de concentración y organización internas. El diseño geométrico tienen características que estimulan el hemisferio derecho cerebral, activan la emisión de neurotransmisores -endorfinas-, quienes le comunican a nuestro cuerpo sensaciones de bienestar. Así pues, todo nuestro organismo se beneficia con la actividad.
Por otro lado, Carl Jung sostiene que los mandalas son expresiones probables de lo inconsciente colectivo, el centro del mandala figura el sí mismo, que el sujeto intenta perfeccionar en el proceso de individuación.
El mandala es un camino de auto-expresión, una herramienta útil, bella y misteriosa que permite abrirse al autoconocimiento. Diseñar y pintar un mandala y luego observarlo aporta conciencia de lo que acontece en nuestro interior. Es una forma de meditación activa. Es una herramienta que nos permite silenciar la mente y entrar en un espacio de intimidad con nosotros mismos y con el todo, permaneciendo ahí, donde anida nuestro potencial, la información que necesitamos y la creatividad inherentes y propias del ser que emergen a medida que profundizamos.
El mandala nos remite, como símbolo, a la Unidad de la que somos partes, al Orden, a la Belleza y al Amor naturales de la existencia, recordándonos la conexión que está siempre ahí para nosotros, más allá del tiempo y del espacio.